Los Raqueros en la explosión del vapor Cabo Machichaco

Felipe Badía recuerda con un cuento la tragedia del vapor Cabo Machichaco en Santander

Este 3 de noviembre se conmemora el 132 Aniversario de la explosión del vapor Cabo Machichaco, la mayor tragedia que ha sufrido Cantabria.

Y la más grave en España durante todo el siglo XIX. Ocurrió en 1893. En la cubierta del buque se produjo una explosión que se extendió a un cargamento de dinamita que transportaba en la bodega. Fallecieron 590 personas y resultaron heridas más de 2.000 personas. En este cuento de Felipe Badía se explica lo sucedido. Sus raqueros Borda, Proa, Popa y Boya cuentan de una manera informal lo que sucedió en aquellas fechas en el muelle de Santander.

Los raqueros Borda, Proa, Popa y Boya, en pleno otoño, se encontraban en el barrio de Adarzo (Peñacastillo) cogiendo castañas para celebrar la Magosta en Puertochico, cuando de repente se escuchó un tremendo bombazo cuya onda expansiva los lanzó irremediablemente, en el interior de una cuadra, encima de la paja.

  -¡Me ha defecao una gallina en la punta de la napia! - gritó Boya.

  -No me extraña, hace un mes por lo menos que no te bañas, te habrá confundido, con la porquería que tienes encima, con el palo del gallinero -comentó Proa- ¡Kikirikiiii...! ¡Ja, ja, ja!

  -No tiene importancia, salgamos de aquí inmediatamente, apesta, qué remedio, luego nos pegaremos un cole en la dársena de Molnedo -comentó Borda.

  -¿Qué es esto que acaba de caer del cielo? -preguntó Popa.

  -Es un calabrote, cabo muy grueso, se utiliza para labores de amarre de los barcos a los muelles, para remolcar embarcaciones en peligro y también para otras faenas pesadas a bordo de los navíos -respondió Borda. 

   -No nos encontramos precisamente en la verbena de El Carmen. Siguen cayendo más objetos en llamas. Mirad, esto parece el ancla de un barco, será mejor que nos pongamos, dentro del establo, con las vacas, “a buen recaudo” -ordenó Proa.

El vapor "Cabo Machichaco" atracó en el muelle de Maliaño del puerto de Santander, el 3 de noviembre de 1893, sin que el capitán avisara a la Comandancia de Marina de lo peligroso del flete, cargado con unas 1.700 cajas de dinamita, 20 botellas de ácido sulfúrico y casi mil toneladas de material siderúrgico que actuaría como metralla.

   -Menos mal, ya ha cesao la lluvia de objetos no identificados, ha tenido que ocurrir un terrible accidente en el muelle, será mejor que regresemos lo antes posible a casa -sugirió Boya. 

   -Yo me apuesto el bigotillo, y no me lo voy a afeitar, que se ha producido la explosión de uno de los depósitos del puerto que almacenan combustible para usos industriales -afirmó Proa.

   -Pues a mí me huele a ácido sulfúrico y a polvora mojada -comentó Popa-. Apenas puedo respirar, me voy a tapar la nariz y la boca con la gorra onde llevo metidas las castañas.

   -Nuestra perrita de aguas, está muy asustada, no quiere venir, la voy a coger en brazos -dijo Popa.

   -¡Guau, guau, gua! ¡Guau, guau, guau! -ladraba Luna-. ¡Guau, guau, guau!

   -Las gaviotas y las palomas, algunas tienen las alas chamuscadas, se alejan a todo trapo de la bahía -comentó Proa.

La cuadrilla de raqueros se detuvo en la Fuente de la Salud de Cajo para pegar unos tragos de agua y para preguntarle a D. Agapito, el párroco, si sabía lo que había sucedido en el puerto santanderino.

    -Yo, si estuviera en vuestro pellejo, estimaos parroquianos, no me acercaría al muelle. Se ha producido hacia la una y media de la tarde un incendio en un carguero por culpa de la explosión de una de las garrafas de vídrio, que contenían ácido sulfúrico, situada en la superficie de madera. Por lo visto, ha empezao por la cubierta y se ha propagao por las bodegas de proa donde había un cargamento de dinamita, es lo que me ha comentado Bertuco, mi monaguillo de confianza, que pasaba por allí en ese momento y salió corriendo como alma en pena que lleva el diablo.

  -¡Ave María Purísima! A pesar de que pueda resultar peligroso, el miedo es libre, no nos queda más remedio, tenemos que regresar a Puertochico, nos esperan en el barrio nuestras familias, pues a estas horas tendríamos que estar con ellas, en la rampa del embarcadero y en los pantalanes, reparando las redes para la pesca del bocarte -explicó Boya.

    -Mirad, nos coge de camino, me pican la garganta y los ojos, vamos a parar en la Botica de Socorro para que me echen unas gotucas de un colirio, apenas puedo ver lo que tengo delante de los morros -reclamó Proa.

En el interior de la iglesia de La Anuciación, tumbados en los bancos y en la sacristía, se apilaba un montón de ciudadanos malheridos, mutilados y quemados, de toda edad y condición, que eran atendidos con urgencia por varios médicos, practicantes, boticarios y voluntarios de la Cruz Roja.

    -¡No damos a basto! ¡No damos a basto! –comentó voz en grito un galeno del servicio médico de la Beneficiencia Municipal-. ¡Por favor, por favor, que los sacerdotes y el sacristán limpien las quemaduras a los heridos más graves con agua corriente y jabón del Chimbo! 

     -En esta iglesia solo tenemos agua bendita y vino de coco del Bar Abisinia de Solares para las misas -contestó el párroco.

     -No importa, se trata solamente de desinfectar las heridas. Ese vino, si les apetece, levanta el ánimo a los muertos, que se lo beban las catequistas y el sacristán en la merienda -contestó el doctor.  

   -El fuego del barco atrajo a multitud de curiosos y mirones que, ajenos al contenido mortal de las bodegas, “la curiosidad mató al gato”, contemplaban distraidos el fuego. Una hora después, de improviso, estallaron las bodegas, derrumbándose la mayoría de los edificios de la calle Méndez Núñez y de otras rúas paralelas -explicaba un guardia civil a unos reporteros del Cantábrico y de la Gazeta de Santander.

Dado que los bomberos y la mayoría de los miembros de la policía local, guardias civiles y carabirenos perdieron la vida en la explosión, el fuego se extendió, sin apenas oposición, durante toda la semana, por distintos puntos del casco viejo de la ciudad.

    -Esto es un caos, la gente corre despavorida, como pollos sin cabeza, buscando a sus seres queridos desaparecidos -advirtió Borda-. Miles de fragmentos de hierro, vigas, chimeneas, aleros y otros objetos pesaos han salido disparaos peligrosamente como cohetes a varios kilómetros del puerto.

   -La explosión ha producido una gigantesca ola de agua de millares de toneladas, un auténtico tsunami, que ha arrastrao con terrorífica virulencia a decenas de personas al mar -comentaba una joven estudiante, muy agobiada, que se dirigía a toda velocidad al Instituto Santa Clara, ubicado en el antiguo convento de las monjas clarisas.

  -¡Atención! ¡Peligrooo! ¡Está prohibido el paso! ¡Atención! -advirtió el alguacil mayor del Ayuntamiento de Santander-. ¡No salgan de sus casas! ¡Tranquen las ventanas y las contraventanas de sus viviendas y también de los comercios!

    -Autoridades locales, técnicos y tripulantes de varios barcos, como los del vapor correo Alfonso XIII, había llegado el día anterior a Santander tras su primer viaje a Cuba, tratan de sofocar el incendio con los escasos medios de que diponen -explicó Popa.

  -No nos podemos quedar con los brazos cruzaos, es una tragedia de dimensiones estratosféricas, tenemos que ayudar solidariamente a nuestros vecinos -adviritió Boya.

   -¿Cómo piensas tú ayudar a nadie si te asustas con la llamita del cirio pascual de la capilla del barrio? -respondió Proa-. En la isla de los Ratones, en el pasao se utilizó para que cumplieran la cuarentena los barcos que llegaban con tripulantes enfermos, veo un grupo de pescadores pidiendo auxilio.

   -A ver, no somos socorristas, no vamos a nadar hasta ese islote, el agua echa humo, está más caliente que el cenicero de un bingo. De momento, que esperen, no corren ningún peligro -adviritió Borda-. Iremos al Mercado del Este, lo tenemos más cerca, se ha llenao de medusas que fueron arrastradas por el oleaje.

   -Me parece que todos los comerciantes, también el quiosquero y el afilador que están en la puerta de entrada, han huido despavoridos –aclaró Popa.

   -¿Y nosotros para qué coño queremos unas ortigas de mar? preguntó Borda-. Entovía me pica el trasero por culpa de una carabela portuguesa que me rozó los glúteos con sus tentáculos el pasao fin de semana en la playuca de los Peligros.

   -Muy sencillo, nos echaremos vinagre, es un repelente natural, no se os ocurra tocarlas ni acariciarlas, y las èscaremos con los redeños para regalárselas a los tontolabas de Cueto -explicó Borda.

   -¡No está el día para bromitas! Parece mentira, con lo inteligente que eres, que se te ocurran estas gilipolleces –apuntó mosquedado Boya. 

  -He visto maseras, langostinos, caracolillos, mejillones, pulpos y también unos percebes entre las manzanas, las naranjas y los plátanos de la frutería -comentó Boya-. Estos bichejos, sin que nadie se entere, los vamos a meter en un caldero con hielo y nos los llevamos a casuca pa celebrar la fiesta de San Martín el próximo 11 de noviembre.

  -Eres mu listuco, bien, bien, escóndelo, luego volveremos a recogerlo -dijo Proa-. Pero lo mas importante, no podemos perder ni un minuto más, se escucha gritar a gente desesperada que pide auxilio, es remangarse los calzones y socorrer a los vecinos de Santander.  

   -Colegas, tremendo desastre, se ha corrido la voz en el casco viejo de la ciudad, hay apilaos un montón de cadáveres en el claustro de la Catedral, de que han fallecido varios centenares de ciudadanos (590), entre ellos la mayor parte de las autoridades civiles y militares de la provincia, además de bomberos, guardias civiles, trabajadores de la Junta del Puerto, tripulantes del carguero y decenas de mirones que cotilleaban cómo ardía el barco -manifestó compugido un sereno del Paseo de Pereda.

    -En ese carruaje llevan varios heridos, ya no queda sitio en las iglesias, supongo que irán a parar a la de de Santa Lucía -aclaró Popa-. Yo me voy a la farmacia del Gobierno Militar, se les han acabao las existencias a los sanitarios, a buscar analgésicos, agua oxigenada, gasas, vendas y tubos de pomada para las quemaduras.

 -De acuerdo, para que esta barriada no se llene de ratas de alcantarilla, yo cogeré una pala y un carretillo para retirar de las calles Arrabal y del Medio, viven muchos pescadores y rederos, el azúcar moreno de Cuba, el cacao de Costa de Marfil, el maíz de Ucrania, el trigo de Portugal y el carbón de Rusia que ha arrastrao hasta allí el oleaje -reseñó Borda. 

 -El trigo molido y el azúcar se lo podemos llevar al churrero de la calle Arrabal, prepara el mejor chocolate con churros de la ciudad -sugirió Boya, el más glotón de los raqueros-. Y el carbón lo vamos a amontonar en los soportales de la plaza de Pombo para que lo recogen los ferroviarios de la Compañía de los Caminos de Hierro del Norte de España.

 -Yo creo que tenemos que regresar a Tetuán y subir por Barrio Camino al Alto de Miranda, estaremos más seguros en la otra punta de la ciudad, no vaya a ser que se produzca otro bombazo y la tragedia resulte aún peor -propuso Popa.

  -Supongo que esta semana se suspenderán las clases, a ver qué dicen nuestros padres, esperemos que no hayan ido también al malecón a fisgar. Por cierto, no estaría nada mal que nos marchásemos unos días de vacaciones lejos de Santander -comentó Proa.

Cuando llegaron al barrio les informó la abuela de Kalin que todos los vecinos se habían refugiado en el túnel de Tetuán, inaugurado un año antes de la explosión del Machichaco, el 24 de junio de 1892, construido para conectar, con el tranvía de vapor de Pombo, El Sardinero con el centro de la ciudad.

   -Nos hemos puesto de acuerdo varias familias, será lo mejor, esta tarde zarparemos en el merlucero "Virgen del Mar" al puerto de Santoña -explicó la madre de los mellizos Proa y Popa.

   -Sí, por lo menos hasta que termine el curso escolar nos quedaremos en Santoña, nos hospedaremos en la sede de la Cofradía de Pescadores y vais a ir a clase, duranate los días lectivos, los padres capuchinos son excelentes educadores, al Convento de Montehano, donde se encuentra enterrada Bárbara Blomberg, amante de Carlos V, vosotros portaros bien, no seais también unos golfillos, con el que tuvo un hijo bastardo, Juan de Austria –disertó el cura de la ermita de los Santos Mártires del Alto de Miranda.

    -Yo en Santander no me quedo ni amarrao al templete de los Jardines de Pereda -afirmó Muergo, zapatero remendón de San Martín-. Me ha comentao un encargao de la fábrica de curtidos de cuero de Pedro Mendicouagüe que dentro de una semana van a extraer del vapor las cajas de dinamita que todavía quedan en las bodegas. Visto lo que ha pasao en otras ocasiones, podríamos salir todos volando por los aires.

  -Estábamos avisaos, qué pena, yo me temía lo peor, el día 21 de marzo de 1894, mientras un buzo trabajaba en la bodega para extraer la dinamita que quedaba en el buque, se produjo una segunda explosión en el Cabo Machichaco que mató a quince personas e hirió a varias más -aclaró Popa.

  -Si hubiera estao yo -apuntó Chaparrudo, primo de Muergo-, a mí no me habría detenido ni el Séptimo de Caballería, un numeroso grupo de vecinos intentó asaltar el Gobierno Civil de Santander, las oficinas de la naviera y dos de sus navíos. La Guardia Civil, cuando intervino para disolver a los manifestantes, fue recibida a pedradas, viéndose obligaos los agentes de la Benemérita a realizar disparos intimidatorios al aire.

   -El día 30 de marzo de 1984 se decidió evacuar la ciudad de Santander y volar en la bahía lo que quedaba del barco desde un cañonero de la Armada Española. Aunque se tratase de una medida racial y violenta, se habrían evitado muchas víctimas si esto se hubiera hecho en un primer momento.

   Y colorín colorao este dramático cuento de la historia contemporánea sasntanderina ha terminao.

Felipe Badía