Carlos Núñez, gaitas y vascos

Resulta inevitable acordarse del pobre Michael Nyman con su música melancólica de cine independiente que te sume en la angustia. El públ...

Resulta inevitable acordarse del pobre Michael Nyman con su música melancólica de cine independiente que te sume en la angustia. El público en La Magdalena es prácticamente el mismo actúe quién actúe, así que el compositor inglés lo tenía crudo. Luego llega Carlos Núnez toca el bolero de Ravel con la gaita, una chavalita grita a su acompañante: “¡Esta me suena!” y a la gente se le cae la baba. “¡Qué bueno es!”. Lo de guapo, con el gallego, es imposible, aunque es resultón bailando con una pierna como un cruce entre Angus Young y Chiquito. No faltó un individuo entrado en años y vinos que piropeó a gritos a la violinista irlandesa un par de veces. Esta vez se podía aplaudir y chillar entre tema y tema, “no como con el seco de Nyman”. Ambiente pachanga modo on e incluso lo fomentó Núñez sacando a bailar al escenario a la gente (dos jovenzuelos ligones que acabaron bailando juntos, dos pijillas de pasarela, la treintañera con gorro y ganas de protagonismo, la vieja marchosa y toda la fauna de los conciertos gratuitos).

No es que lo de Nyman fuese peor o mejor, para nada, pero evidentemente, este concierto encajaba más con el veraneo del toda la vida santanderino, del polito y la chanclas, del bocadillo y la apariencia.

El escenario, ese Palacio Real centenario por el que todavía no ha pasado la comisión Urdangarín, estaba precioso con la iluminación psicodélica. Una noche espléndida, casi sureña, y ganas de diversión. Fue un gran concierto. Núñez hace hablar a sus instrumentos, su hermano –una fotocopia con pelo- es un excelente percusionistas, la violinista irlandesa ganó un certamen en su país como la mejor instrumentista.... Hubo algún pequeño problema de sonido, pero está claro que priman más otras cosas y aquello no es el Albert Hall de  Londres. Todo perfecto.

Núñez, un auténtico estudioso de la música, se mostró didáctico contando al público historias de la música y el origen de este o aquel ritmo. Su último trabajo bucea en los sonidos brasileños y en sus inicios musicales vía Portugal. Solamente se le fue la mano cuanto se metió en un jardín que no es el suyo y habló de Hy-Brasil, afirmando que los vascos descubrieron América antes que Colón y que los vikingos. “Existe un documento”, decía el gaitero gallego. Sí, un estudio de un profesor chiflado de Estados Unidos. La leyenda de Hy-Brasil, posterior a todo, viene a decir que los pesqueros vascos fondeaban desde hace miles de años en los caladeros de América, pero no los reclamaron porque eran secretos. En fin, desde luego hay estudios de Universidad para todos los gustos y patrocinios. A veces, no reciben ni dinero y lo hacen por afán de protagonismo. Incluso aquí en Cantabria contamos con un iluminado de Memphis que en unas cuantas páginas argumentaba que el español nació en Valderredible, algo más creíble que las runas vinkingas son en verdad euskera antiguo.

Era solamente un apunte, que no empaña el extraordinario concierto de Núñez. Hubo un momento muy emotivo con la salida al escenario de los dos Fernandos de Luétiga. Uno de ellos dedicó un tema a su madre, fan del gallego –al que conocen desde el 88, cuando todavía no era un artista de fama internacional- y que había tenido un grave percance de salud. Tenemos que Cantabria un grupo tan importante como Luétiga, que se merece un monumento y que hagamos reverencias. Núñez de gira por todo el mundo y los pobres cántabros medio olvidados. ‘Nel, el Viejo’, siempre será un tema glorioso. Con Luétiga, David, el gaitero de Cabuérniga, y otros amigos montañeses, el concierto puso su broche final. Un auténtico lujo, que debemos agradecer a la UIMP, que año tras año logra tener la mejor programación cultural de la región.

Por cierto, también hubo un incidente de esos que podemos denominar de educación del respetable público, aunque menos que en el concierto tan serio de Nyman. Las primeras filas estaban reservadas para autoridades, concejales y otras hierbas. Unas señoronas de la cultura de las habituales se sentaron en ellas y al rato una de las responsables de la organización vino a decir a la mujer que se había aposentado en un silla que tenía el cartel de reservado pegado atrás. “No hay problema, la cambio”, dijo ella resulta. Y nos dejó a todos los presentes con los ojos abiertos como si fuéramos dibujos japoneses. La señora de la cultura se levanta cambia la silla con el cartelillo por la que tiene a su lado y sigue en el mismo sitio. La pobre encarga alucina y trata de explicarla que es la fila entera la que está reservada, aunque solamente tienen el cartel algunos de los asientos. Entonces una amiga de la intercambiadora de sillas, con la cara más dura que el cemento armado, salió en su defensa argumentando: “Es que ya estamos sentadas aquí”. Y así terminó la discusión. El Ejército de los Estados Unidos está pensando en contratarlas como blindaje para sus carros de combate.